Está lloviendo como si acabaran de abrir el desagüe del cielo pero contemplando el Gállego y rodeado de tomates rojos sangre y un manzano, aguanto bajo los soportales de La Era del Carpintero sabiendo que esto es un lujo.
Hacía varios meses que no me llovía encima y ahora es ya hasta peligroso. ¿Qué pasa si cojo un catarro, pensarán que es el virus asesino? Hay que pensar en todo. Me pongo un jersey.
Chorrea agua por el canalón del porche mientras el brillo de los rayos me quiere asustar.
Cuento. Uno, dos, tres. Está a un kilómetro. Es mucho. Pero el ruido del trueno casi ensordece y se alarga. ¿No se muere el virus ahogado entre tantas gotas de agua?
Son más de la seis y empieza a perderse la luz, que siendo septiembre no debería. Pero la montaña y la tormenta se alían para dejarnos a grises. Pronto a negro. Los charcos ya tienen vida y se dejan querer por más y más gotas.
¿Qué es un charco cuando no llueve? ¿Un vacío o un muerto sin esqueleto? Joder qué tonterías.
Son más de la seis y empieza a perderse la luz, que siendo septiembre no debería. Pero la montaña y la tormenta se alían para dejarnos a grises. Pronto a negro. Los charcos ya tienen vida y se dejan querer por más y más gotas.
¿Qué es un charco cuando no llueve? ¿Un vacío o un muerto sin esqueleto? Joder qué tonterías.