Observo desde mi silla en el porche del huerto de mi amigo unos tomates muy rojos que todavía están en la mata. Me dice el amigo que aun le quedan un par de días para cogerlos y los veo de un brillo rojo intenso que no es normal de observar casi con envidia. Me los imagino cortados en láminas finas con un poco de sal en escamas y un golpe de pimienta blanca recién molida y empiezo a sospechar que igual son malos para el ácido úrico. Pero me dicen enseguida que si les quitamos las semillas ya son menos malos. ¿Las semillas? Pero si son el lujo del tomate.
¿Más días en la mata? me pregunto preocupado.
Anoche me pusieron mis amigos unos cuantos tomates rojos de provocar, troceados como olivas gordas, rotos a trozos desiguales para que soltaran su preciado líquido, sin piel y simplemente con sal y aceite de oliva virgen extra de Barbastro… y aquello era como caviar rojo en grande… que explotaba en boca.
El tomate todavía puede ser y saber como hace un siglo, depende del agricultor. Del campo. Depende sobre todo del momento de la recogida. Si están duros, cuantos más días chupando tierra y sol…, más sabor. Y nunca en el frigorífico para no fastidiarlos.