Las hojas de los árboles de mi calle ya están por las aceras, muertas de miedo y amarillas. Pisadas incluso pues no merece la pena barrerlas. Mañana habrá nuevas y más.
¿Para qué limpiarlas si tenemos la obligación de ver los suelos amarillos y llenos de hojas para saber que estamos en Otoño?
Si no se cayeran las hojas de los árboles igual ni nos dábamos cuenta de que ya estábamos en noviembre, hoy en que incluso las nieblas tardan más en llegar.
Zaragoza es ahora menos Londres que hace unos años, pues incluso conducimos por la derecha que es lo correcto según los tontos de la manipulación.
Las hojas se mueren de miedo al saber que el viento se las va a llevar hasta otra acera diferente a la que han dado sombra.
Nota.: La imagen es de Luis Iribaren (Corresponsal que corresponde)