Ya de niño fui casi consumidor convulsivo de tebeos, pero de muy niño, de menos de 10 años y puede que de 8, lo que nos indica que algo no me iba bien en la cabeza. Leía tebeos con mi hermano que es dos años y pico más pequeño que yo, lo que yo nos indica claramente que íbamos los dos para locos de atar, pero luego se ha demostrado que no, que los tebeos, aunque fueran del Capitán Trueno, de Jabato o de Hazañas Bélicas no trastornan los cerebros de los niños muy niños.
Como éramos niños pobres nunca podíamos comprar tebeos nuevos, pero en aquellos años 60 no era imprescindible. Había dos caminos alternativos para los niños pobres. El uno era comprar tebeos nuevos pero fuera de fecha, en algunas tiendas como en la del Tubo Zaragozano en donde se podían comprar cientos de tebeos (para quien tuviera céntimos o pesetas sueltas) a costa de que fueran tebeos con una esquina cortada para indicar que no eran comprados en "su" fecha, sino semanas después de que los niños ricos los hubieran leído. Eran tebeos nuevos pero eran tebeos de reestreno, del almacén que los recogía en su fecha y estaban fuera de venta en los sitios finos.
La otra manera de leer tebeos para los niños pobres era cambiarlos en tiendas que se dedicaban a ello. Había una tienda en la calle Sepulcro enfrente del actual Centro de la Tercera Edad, otra en mitad de la calle Teobaldo y otra (la mejor) en el Coso Bajo poco antes de la plaza de la Magdalena. El Amadeo, el de Casa Amadeo, tenía decenas y decenas de tebeos en distintos montones y que por pocos céntimos podían intercambiar. Tú llevabas un tebeo ya leído y la tienda te dejaba escoger otro del montón que te ponía encima del mostrador, según el tipo de tebeo que tú llevabas en cuanto a temática y en cuanto a calidad del ejemplar. Si estaba muy usado te dejaba cambiarlo por el montón de los "muy usados", si era de los la esquina cortada los consideraba nuevos y te permitía disfrutar de los pocos sobados.
No recuerdo bien el precio del intercambio, serían céntimos, no sé cuantos. Pero si recuerdo que iba con mi hermano, media docena de tebeos los días de propina de los tíos, y cogíamos otros tantos tebeos sin leer. ¿Por qué nunca fuimos capaces de guardar aquellos últimos tebeos que hoy valdrían muchas añoranzas?
Nunca hemos matado a nadie por leer tebeos, creo, ni hemos comenzado ninguna guerra de barrios, ni nos hemos peleado con otra ciudad por haber leído tantos tebeos de violencia o de niños malos. Pero lo curioso es que mi hermano siempre ha trabajado rodeado de miles de libros y yo tengo una biblioteca repartida entre media docena de habitaciones con más de 2.000 libros que ahora compro nuevos y no intercambio ya con nadie. Cosas de leer.