Cuando todos nosotros pensábamos que la modernidad estaba superada y que ahora se trataba del cuidado y mimo personal, de la calidad de servicios, de avanzar en el trato humano, nos damos cuenta de que no, que era todo un espejismo. Nos moriremos en una Residencias de Ancianos abandonos a nuestra suerte, solos y a oscuras, y si antes hemos sido ingresados en un hospital de esos "modernos" nos verán vomitar y cagar los de "al lado", pues los nuevos hospitales los creamos como si fueran naves del siglo XIX.
La altura de techos es maravillosamente indicio de que el frío es lo de menos pues nos vamos a morir en cuatro telediarios. Y que nos vean toser da igual pues ingresados a mogollón, todos nos pedemos al unísono. He escuchado incluso a los dirigentes político que crean estos hospitales modernos en España que así es mejor, pues que los médicos tuvieran que estar abriendo puertas para entrar en las habitaciones era una pesadez. Y es verdad.
Si nos tenemos que morir de forma moderna lo mejor es hacerlo en un almacén, con poco gasto, sin ruido y sin molestar mucho.
No se han dado cuenta que esos mismos médicos que no quieren abrir muchas puertas… también serán ingresados en uno de estos hospitales modernos donde meas delante de todos. Incluso la gestora política que osa decir esas tonterías de las puertas… también se hará vieja.
Con los pijamas abiertos por detrás y estos almacenes de enfermos para morir, me acuerdo de una película muy viejuna.
En Soylent Green (película del año 1973, pero basada en un libro de 1966) las personas del año 2022 que deseaban morir libremente eran llevadas a un hospital muy hermoso y también moderno, donde durante media hora les ponían películas en las paredes con paisajes maravillosos para así poder morir en paz. Pero aquellos hospitales no eran gratis, aunque no se pagaban con dinero. En aquellos hospitales y en la trastienda, trituraban a las personas muertas para fabricar el Soylent Green con el que alimentar a los vivos.