Parece sencillo explicar qué es robar. Todos los tenemos asumido. Robar es llevarse lo que no es nuestro. Pero hay tantos matices, tantas formas, tantos modos, que al final uno llega a la conclusión que no está tan claro. Mucho menos claro de lo que lo tiene la Ley. Robar un pollo en un supermercado por necesidad no debería ser lo mismo que robar ceros y unos de una cuenta de tu propia empresa. Y en cambio todo parece ser robar. Y lo es o casi.
¿Se puede robar uno… a uno mismo?
¿Cambiar de lugar algo puede ser robar?
¿Si lo cambias de lugar pero no lo usas, ni lo vendes, es robar?
¿Cuándo se roba? ¿cuando se lo quitas a alguien o cuando te lo quedas tú? Que parece lo mismo pero no lo es. Todo depende.
Casi nadie roba una sola vez. Diríamos que eso no es robar, sino caer en la tentación ilegal, y aunque está penado si te pillas, es un robo bastante irregular, que sucede muy pocas veces. Quien roba una vez tiende a robar más veces, bastantes veces. Nadie (o casi) de los que roban deja de robar porque tenga mucho robado. Casi todos dejan de robar porque los han pillado.
Cuando se pilla a un ladrón siempre dice lo mismo —Era la primera vez— lo que nos indica que efectivamente había que detenerlo por tonto si le hacemos caso a su declaración. Si la primera vez que robas caes detenido es que no sirves para ladrón. Pero normalmente el ladrón roba muchas veces, aunque nunca es igual, ni el primer robo se parece mucho a los siguientes.
El ladrón de números es mucho más peligroso que el ladrón de pollos. Diríamos que el de pollos es un atracador aunque no sea considerado como tal, pues se muestra, se deja ver, emplea la fuerza de su presencia, da la cara, va por delante con su acción.
En cambio el ladrón de números actúa desde la mesa de papeles, no da la cara y su objetivo no es sólo llevarse muchos ceros y unos, sino que su objetivo primero en no dejar huella de sus fechorías. Lo más importante y complicado para un ladrón de números no es cambiar de sitio lo robado, sino en encontrarle un nuevo lugar seguro y suyo a los ceros y unos, y en que su fechoría no se note excepto por expertos.
Si un pollo cuesta 5 euros, un ladrón de números nunca roba cinco euros. Ni cinco pollos. El ladrón de números es muy constante, va cambiando de tácticas, de formas, coge números de muy diversas fuentes y pocas veces los convierte en billetes, pues los billetes abultan más y se notan más que los números. El ladrón de números juega entre amigos, pues a nadie se le puede robar números con más facilidad que a los que tienes relación de confianza.
Por eso pocas veces el ladrón de números va a la cárcel, mientras que el ladrón de pollos siempre termina detenido. Casi siempre el ladrón de números utiliza la máxima contundente de que… ¡quien roba a un ladrón tiene 100 años de perdón!