Nadie nos podría decir hace un año que la clandestinidad volvería a estar de moda, que jugaríamos a intentar saltarnos las leyes a costa de escondernos, consumir cuando está prohibido, comprar lo no permitido y bebernos un whisky como si fuera el mayor pecado del mundo. No se trata de hacer orgías brutales, ni tampoco de consumir polvos de variado color, no, simplemente se trata de hacer algo muy normalito pero fuera de hora, a las 11 de la noche por ejemplo. Y eso a una parte de la sociedad le mola
Por que tendremos que decirlo, los confinamientos están muy bien para los que creemos que la pandemia va en serio y mata, y todos nosotros no necesitamos confinamientos extrictos pues por respeto ya los hacemos sin que nos los manden. Y al resto, a los que no los hacen pues les importa un huevo la pandemia, esos ya han ido aprendido a saltarse las normas.
No sirve de nada poner nuevas normas, en serio, esos clandestinos seguirán buscándole la vuelta. Harán bailes en pisos alquilados, en almacenes, en naves industriales, o beberán alcohol con los amigos en pisos con sordina o en azoteas y terrazas fuera de la mirada del Guardia Vecinal. Les pone, les gusta ese punto de riesgo. Pero recordemos todos que además de ser clandestino hay que decirlo pues es lo que mola. El gusto está en demostrar que eres clandestino a los amigos, a los compañeros, a los que no se atreven a ser clandestinos, así que sin duda se está convirtiendo en un vicio nuevo estar disfrutando de la vida mientras saben que los demás… están confinados en sus hogares.
Hemos logrado con esto tener ciudadanos de varias clases sociales sin que dependa el dinero, sino el punto de libertad y de riesgo que quieres tener.