Escribir es cuando menos curioso, es un ejercicio de calma pero a la vez de vómitos (y perdón) que el escritor suelta sin saber quién los va a recibir ni en qué condiciones está quien los lea. Pero para los escritores es una opción maravillosa para vaciarnos, para hacer incluso reset mental y volver a iniciar la carga de nuevo. Y en estos tiempos es tan habitual ir cargándose de mierdas, son tantos los impulsos que vamos recibiendo, que la necesidad de vaciarte es enorme.
Leía hace un momento que es imposible contentar a todos los lados de las ideas ajenas, que ya sé que lo sabemos, y que únicamente en el trabajo de opinar hay que explicarse y ser sinceros y honestos con uno mismo. Puedes pensar de una manera y admitir que hay muchas y ahí se acaba todo. El lector que es muy inteligente ya sabe seleccionar, incluso tirar a la basura lo que le intentan contar.
Hoy he tenido mañana de Arte, de contemplación de Arte ajeno que es lo más cómodo de todo. Arte Pop y Arte Urbano, Arte Comic y Arte Pandémico. ¿Existe el Arte Pandémico? Bueno, lo inventamos ahora mismo. Arte hecho en tiempos de confinamiento, de salidas casi furtivas a las calles permitidas.
Me ponía a revisar cuánto hace que no me juntaba con varias personas a la vez, y me salían excesivos meses. Tengo la suerte de la familia, pero… ¿cuantos se me han quedado por el camino encerrados en sus casas y a los que no veo desde hace casi un año? ¿cómo habrán cambiado? Ya no somos los mismos, ni ellos ni yo. Y lo sabemos todos.