La decadencia de Europa y para entenderlo mejor de España, es clara y triste, no solo es que nos vamos quedando sin los mejores gestores de la política y de la sociedad, sino que los que quedan son los peores por no estar en esos puestos más que como un complemente laboral, de trabajo. Y no me refiero solo a los Jefes de Estado, a los Presidentes, sino sobre todo a todos los puestos intermedios que se han convertido en muchos partidos políticos —de donde emanan esos gestores públicos— en meras oficinas laborales.
Decirlo es complicado, asumirlo lo es mucho más. No hay liderazgo en las gestiones más básicas, de Comunidad incluso, simplemente porque son puestos cubiertos por decantamiento. Se van quedando vacíos por muy diversos motivos, y otros tienen que ocupar esos puestos.
La culpa no es de ellos, y esto todavía complica más las posibles soluciones. La culpa es de todos nosotros que somos incapaces de asumir que esta decadencia la hemos alentado con la crítica desmedida y excesiva a una forma de hacer gestión pública. Hemos tenido ladrones, sátrapas, jetas y cabrones, pero hemos confundido a estas personas con todas y las válidas se han ido.
Algo similar sucedió en el último año de la II República, cuando nadie parecía enterarse de lo que se estaba cociendo en las tripas de la sociedad. Y aquello que se tenía que haber remediado entre 1935 y los primeros meses de 1936, se convirtió en las peores décadas de la historia de España, dejándonos fuera de la Europa que funcionaba. En realidad todo se puede concretar en "más" sufrimiento para las personas durante décadas.
La pandemia está entregando lo peor de cada uno de nosotros al bien común. Hemos perdido muchos servicios públicos presenciales, libertades individuales y estamos confundiendo las soluciones con otros problemas que creemos menores. Pero todo esto pasará y volveremos a una situación nueva. ¿Quién será capaz de gestionar los escombros? ¿Y a qué precio, que simpre lo pagamos los mismos?