El olfato en los niños preescolares, como aprendizaje con los padres


Los niños también aprenden oliendo, uno más de los sentidos que todos utilizamos para diferenciar elementos vitales. Huelen a su madre, a su familia y la diferencias claramente por el olor, el tacto, el sonido. También huelen a sus abuelos y a su padre o hermanos. Los ven, pero además saben diferenciarlos por el olor. El olor tranquiliza, da seguridad. 

Cuando hay un objeto nuevo su propia curiosidad les lleva a olerlo, también a intentar probarlo, pero no se olvidan de recibir su olor para catalogarlo en su incipiente memoria.

Y en ese archivo van diferenciando olores positivos y olores negativos. Olores como el pan, algunas frutas, la cocina, el vino o la leche. Unos son olores agradables y otros son olores fuertes y que ya de entrada considera que hay que rechazarlos. Huelen a humo, a perfumes y lociones, a campo, a flores, a verduras cocidas, a café o a vinagre. Todo lo van absorbiendo como elementos que sirven para reconocer el mundo en donde viven. 

Hay olores de seguridad como el de la familia, el del hogar. Y olores desagradables como a veces el del coche, el del médico, el del jarabe. Y con todos ellos y las experiencias que van tomando de cada olor se configuran su propio mundo. No es el sentido del olfato el más importante, sin duda, pero también afecta en sus aprendizajes. 

A partir de los 3 a 4 años ya se puede jugar con ellos a descubrir olores, a reconocerlos y nombrar el producto sin tocarlo, en ejercicios a modo de juego que sirven para practicar y diferenciar elementos comunes.