No hay mayor y mejor herramienta para controlar a las sociedades que el miedo, es un proceso humano, ancestral, animal incluso, por el que puedes dominar a sociedades enteras de forma eficaz y sin violencia. Si logras inocular el miedo, luego puedes aparecer como el salvador, como el que ha gestionado las respuestas y las soluciones. Primero contagias de miedo a las personas, pero gestionado de forma gradual para que no se convierta en desbandada. Luego, una vez que ya has logrado que se entienda el miedo como un problema que tiene solución, debes aparecer como el que domina las gestiones para resolver el problema que has creado.
Es importante que no se note que está creando miedos, sino que se admita de forma positiva que estás informando de que algo grave está sucediendo.
Y es importante que nadie note que a la vez que se informaba de un miedo gestionado y cocinado, se conocían ya las vacunas para poder dominar los problemas en el momento en que se necesitaban.
Lo curioso es que este proceso de miedos y soluciones, que viene utilizándose desde hace muchos siglos, no siempre es bien conocido por los que gestionan las soluciones. Ellos mismos también tienen miedos, y eso es lo importante para que nos creamos todos que el miedo es real. Quien lo debe gestionar se lo debe creer totalmente, pues si no, se nota el trampantojo.
El infierno es un miedo. Pero también lo es la enfermedad, la pobreza, la violencia, la inseguridad, la guerra, el hambre, el futuro, el desamparo social. No todos estos miedos tienen sentido de control social, sobre todo no lo tienen de forma constante. Eso depende de los tiempos. a veces se utilizan unos y a veces otros.
¿Y quién quiere controlar esos miedos para meter miedo? Pues también depende del momento histórico. Digamos que es una herramienta a medio camino entre la nada y la violencia extrema. Y que hay muchos grados de miedos. Saber gestionar los miedos es saber dosificarlos.
Imagínate que te cuentan en un medio de comunicación que las vacas se están volviendo locas, que les entra una inflación en la cabeza. Esa misma nota de prensa hace que se deje de consumir carne en un porcentaje tremendo. Ya no somos libres para comer carne de ternera, por si acaso. No necesitamos contrastar la noticia, no podemos tampoco hacerlo de forma fiel. POR SI ACASO dejamos de hacer algo.
Entenderemos necesarios los recortes que impidan la venta de carne, la necesidad de cocerla con mascarillas o sin salir de casa, impedir que intercambiemos esa carne con nuestra familia por si los contagiamos será algo que nos ordenan por nuestro bien. Ante el miedo no razonamos, simplemente obedecemos.
No soy negacionista aunque entiendo que lo parezca. En estos momentos en el mundo hay una pandemia muy grave que nadie sabe hasta dónde puede llegar, incluso analizando este abril mayo de 2021. Los datos de India son tremendo ahora y tampoco hay una seguridad en los motivos de este crecimiento. El miedo también atenaza a los que tienen que gestionar el problema. Con ver algunas intervenciones balbuceantes de algunos políticos se nota claramente que hay mucha responsabilidad contenida en sus palabras.
El miedo les y nos domina. Pero para buscar y encontrar soluciones no nos podemos dejar llevar por el poder de los miedos. ¿Quién los gestiona para hacerlos crecer o dominar, disminuir o modificar? ¿De verdad creemos que nadie? Muchas de las medidas que se han tomado se han decidido con el miedo encima. Y muchas de las pérdidas de tiempo para tomar decisiones, e incluso muchas de las decisiones no tomadas están mediatizadas por el miedo.
Toda decisión es una selección entre varias posibles decisiones. Si se toma una, se deja de tomar otra. Esto sirve para decidir el tipo de confinamiento, la prioridad de las investigaciones, el crecimiento del Sistema de Salud, la obediencia a la OMS o al Consejo de Europa, el cierre de la Cultura, el Turismo o el Ocio. El tipo de hospitales que somos capaces de construir en 14 mes de pandemia, la terrible decisión de a qué tipo de pacientes se prioriza siempre en contra de otros.
Pero el miedo, mal gestionado cuando es miedo brutal, es la peor herramienta para las soluciones. Sacar a Capitanes Generales a gestionar los miedos es crear más miedos de los negativos. En cambio no sabemos utilizar esos miedos en modo positivo, dándole la vuelta. Un ejemplo.
Si en el pueblo de Tararí de los Bosquejos hay una fiesta de 150 personas, no es necesario poner una multa a 150 personas que nunca van a pagar y que sirve para meter miedo a los que no han acudido a la fiesta. Es más eficaz (creo) hacer un seguimiento brutal de los contagios de esa localidad. Si crecen los contagios y los muertos hay que sacarlos tumbados en los hospitales, hay que acudir a los entierros y entrevistar a las viudas. Y si no hay un aumento de contagios hay que admitir que igual por una fiesta no se aumentan los contagios.
Tal vez en marzo de 2020, cuando nadie teníamos mascarillas y hoy nos sobran, había que haber obligado a todas las televisiones a emitir un programa de una hora de duración y en máxima audiencia, explicando como cada uno de nosotros en nuestras casas debemos fabricar mascarillas para nosotros mismo y para nuestros amigos y familiares mayores. Era tan sencillo como colgar en web patrones, tutoriales, etc.
Tal vez en ese mismo tipo de programas obligatorio habría que haber explicado hace muchos meses que "tocar" no es ni de cerca tan peligrosos como respirar sin ventilación. Que no hay que limpiar las suelas de zapato con alcohol sino abrir mucho más las ventanas aunque haga frío, sea en casa, en el autobús urbano o en las escuelas y oficinas.
Julio M. Puente Mateo