Antes de saber bien de qué forma acabará el proceso desbocado que no se entiende aunque se informa de él exhaustivamente todos los días en los medios de comunicación, sobre la subida del precio de la electricidad y el gas, hay que advertir que este problema está sucediendo de similar manera en toda la Europa occidental, que en España viene maravillosamente bien para poder hacer palanca contra el gobierno, y que opino que tanto Rusia como algunos otros países de la zona son responsables de una Guerra Comercial para posicionarse en otra nueva Guerra Fría sin declarar, en donde y con la pandemia los grandes países del mundo buscan debilitar a unos para posicionarse ellos.
Cuando hablamos de adivinar el futuro no podemos dejar de estar atentos al presente que se mueve y que es el que nos lleva al futuro. La pandemia del COVID moverá muchos más elementos que ya creíamos totalmente asentados, pues todos buscan que este serio problema global no les afecta a ellos más que a sus vecinos, y para eso es necesario detectar las fortalezas propias de cada territorio y aprender a defenderte con ellas, contra los que son en teoría unos enemigos fríos o blandos, contra los que pelear en el mundo que salga de todo este proceso.
Y en este proceso entra en juego una nueva acción política global que de alguna manera va unida a la anterior. La falta de suministros de muy variado tipo en esta “Nueva Normalidad” que nos lleva a una clara debilidad industrial del posiblemente mal llamado mundo occidental.
Los posicionamiento políticos globales de esta nueva instabilidad nos llevan ya a una situación de escasez de materias esenciales.
Pero esto está sucediendo también con el cristal, los plásticos, el corcho, algunos minerales, componentes muy diversos que impiden por ejemplo un suministro como el anterior en bebidas alcohólicas, en juguetes, en muebles, en hilo, en materiales muy diversos con los que sin ellos no se puede funcionar y que hemos ido adquiriendo en mercados ajenos a nosotros, que tienen las herramientas para marcar los precios y con ello el encarecimiento y nuestro debilidad y empobrecimiento, pero además son los que marcan nuestra producción y con ello nuestro crecimiento o decrecimiento.
Lo vimos claramente y de forma dramática en la primavera del año 2020 cuando nos dimos cuenta que las mascarillas para defendernos de la pandemia dependían totalmente de mercados asiáticos. Y incluso la ropa para la defensa sanitaria en los hospitales no se producía en Europa.
Todo esto además aderezado con el problema importante y nunca observado desde la sociedad, con la escasez de capacidad de transporte.
En un par de meses, traer un contenedor lleno de suministros desde China hasta Europa ha pasado de los 2.500 euros a los 14.000 euros, y con dificultades de fecha de entrega. Eso se trasladará a los consumidores, sean fábricas o personas, siempre a los clientes finales, pero además supondrá frenazo en la producción, y con ello gastos sociales para mantener sueldos con ERTE o con desempleo temporal.
Tendremos menos producción, menos ingresos, pero a su vez más gastos sociales y mas debilidades para poder competir en un mercado globalizado. Y de momento sin capacidad clara de una defensa activa, ni de capacidad para torcer esas realidades pues nuestra dependencia es brutal incluso en el mercado de la investigación.
Ya sabemos también que en pocas semanas va a subir brutalmente el precio del gas por el efecto de la demanda al llevar el frío en el hemisferio norte, que en España podemos tener dificultades de suministro por las tensiones entre Marruecos y Argelia, y que incluso teniendo detectado el problema, no es posible remediarlo en el corto plazo.
O el mundo consumista occidental es capaz de organizarse de otra manera o entraremos en un 2022 que será peor, incluso con la pandemia doblegada, que tampoco eso está asegurado en el otoño de 2021, pues hay una corriente clara y potente para desbancar a los EEUU como primera potencia, y que China entre con suma fuerza a intentar mover las palancas de todo el mundo.