En los años finales del Franquismo y en los primeros de la Transición muchos amigos del Régimen quería demostrar que eran más demócratas que ninguno, aunque hubiera hecho barbaridades en sus feudos, así que tocaba disfrazarse, disimular como poco, demostrar que se era demócrata de toda la vida. A veces servía con un cambio de bigote, otras había que enterrar las medallas, y en otras ocasiones servía con ocultar los oficios anteriores. De todo había, para seguir medrando con los cambios. La viñeta es de Martinmorales para el diario El Ideal