Síndrome del jubilado que molesta


Hablar del "Síndrome del Jubilado que Molesta" puede sonar a extraño, pero voy a explicarme. Un síndrome es: Conjunto de fenómenos o situaciones que concurren unos con otros y que caracterizan una determinada situación. Y ahora voy a explicar esto un poco.

Uno de los problemas de las personas que se jubilan en este inicio del siglo XXI, gente que nacieron en los años 40 y 50 y que por ello tienen un tipo de vida muy determinado por la sociología de aquellos años y que es muy diferente a la actual, es que suelen estar casados y en la mayoría de los casos seguían y siguen viviendo en pareja.

Y en muchos casos las mujeres no trabajan fuera de su hogar en esas edades cercanas a la jubilación, incluso muchas de ellas dejaron de trabajar al tener los hijos. Un panorama social muy diferente al actual.

Estas mujeres llevan décadas muchas veces, viviendo en el hogar ellas solas, sin que nadie esté "molestando" durante la inmensa mayoría de las horas lectivas. Su hogar es "su cueva" de uso casi único.

El jubilarse el marido, aquella cueva se convierte durante todo el día en un espacio que hay que compartir. 

Y eso genera problemas nuevos de convivencia, de estorbo, de reparto de papeles, de espacios incluso, de reordenación del día a día.

Puede sonar a algo antiguo, viejuno, incluso falso, pero en realidad hay muchos matrimonios de entre 65 y 75 años que saben perfectamente de lo que hablo. No es sencillo volver a encajar la convivencia con un cambio tan radical e importante.

De un día para otro, el hogar que se las jactaba de maravilloso cuando "los dos" estuvieran juntos para hacer viajes, actividades y propuestas nuevas, se convierte en un espacio hostil, en donde el hombre molesta y la mujer se siente molestada.

¿Qué se puede hacer? 

¿Sólo con compartir ya se resuelve? 

¿Echamos de casa al hombre, hacia los bares por poner un ejemplo?

Ante las jubilaciones no nos preparan, no hay cursillos "post matrimoniales" para cambios importantes. Se va construyendo soluciones sobre la marcha. 

Y a veces lo que sucede además de la infelicidad es la ruptura, total o parcial. Y todos nos preguntamos que como es posible, con tantas décadas de convivencia, que ahora ya tan mayores, terminen divorciándose.

Sin duda lo primero es compartir, respetarse, guardar espacios propios para cada uno, programar actividades propias, reservar algunas horas concretas para interactuar (por ejemplo el café de las 11), seguir realizando y cultivando actividades y relaciones anteriores, hablar mucho, y asumir que este nuevo tipo de vida tiene sus pros y sus contras. Y que hay que conocerlos, entenderlos y sobrellevarlos.

El hogar no es de nadie sino de ambos. 

El hombre —que por cierto a esas edades suele estar más mayor que la mujer– no molesta más que antes, sino que convive en el mismo espacio durante más horas. Por eso es importante repartirse roles, tiempos, espacios, actividades, etc.

Dentro de unos años, décadas tal vez, la jubilación como la conocemos hoy no existirá. No es bueno para la salud ese corte tan profundo de un día para otro. Ni tampoco para el funcionamiento social y económico de las empresas y de la economía productiva. 

Parece más lógico conformar un jubilación que empezara siendo parcial a partir de los 60 años y fuera total a los 70 años, con particularidades de gremios y de la salud personal de cada ciudadano. Pero eso es el futuro.