El Ministro de Asuntos Exteriores de la España del año 1962, Fernando María Castiella, mandó una carta al presidente del Consejo de Ministros de la CEE, el francés Maurice Couve de Murville, solicitando por primera vez la apertura de negociaciones para la vinculación de España al Mercado Común, con fecha de 9 de febrero del año 1962.
Aquella petición fue rechazada con toda lógica pues tres semanas antes se había realizado en el Parlamento Europeo el Informe Birkelbach, cuyo título era toda una declaración de intenciones claras contra la dictadura de Franco.
“Los aspectos políticos e institucionales de la adhesión o asociación a la Comunidad Europea”
En dicho documento aprobado en el Parlamento de Europa donde en aquel momento sólo había seis países miembros, marcaba clarísimamente que un requisito imprescindible era que los países que entrasen a formar parte de la Unión Europea debían ser países democráticos.
Se podían mantener relaciones comerciales o culturales, pero nunca se podía pertenecer si no se era un país con democracia plena.
Se podían mantener relaciones comerciales o culturales, pero nunca se podía pertenecer si no se era un país con democracia plena.
Condenada al fracaso, aquella petición buscaba precisamente un consumo interno, para intentar demostrar a la sociedad española todavía inmensa en el hambre de la postguerra, de las cárceles llenas de personas no franquistas, que España era Europa, como Europa, a la altura de Europa.