Hay que aprender a perder. Hay que enseñar a perder


Perder y ganar son (casi) sinónimos. Pueden ser sinónimos si quieres. Si eres capaz de darle la misma importancia a ganar que a perder, si eres capaz de tener placer de lo conseguido, tanto si ganas como si pierdes, estarás aprendiendo a jugar con todas tus posibilidades.

Todos queremos ganar, pero de perder se aprende. Y se aprender a ganar tras analizar los motivos por los que has perdido.

En nuestra propia construcción es muy importante perder y aprender a perder. De niños incluso es importante aprender a perder en el juego de la vida.

De esa manera se le da una importancia totalmente diferente al ganar, se sabe que perder es solo un impasse, un parón, un frenazo, y que hay que sacar conclusiones de perder.

Es casi seguro que se aprenda más de perder que de ganar, y que perdiendo se avanza para ganar de mejor manera. 

En los comienzos de cualquier actividad, lo importante es aprender a perder.



Estamos solos por que queremos…? O no

Sí, estamos solos muchas veces. Pero porque queremos sentirnos solos, por nuestro carácter de solitarios que va creciendo en nuestra sociedad. O no.

Depende de nosotros mismos el estar acompañados de alguien más que de nosotros mismos. Pero sabemos que eso no siempre es sencillo. La Soledad no Deseada es un problema.

La propia sociedad nos pone dificultades para estar acompañados. Las relaciones con otras personas, a veces, parecen un lujo.

Cada vez vamos inventando nuevos modelos o herramientas de convivencia temporal con otras personas, de relaciones temporales o en lugares determinados, y que nos sirven simplemente para no sentirnos solos.

Hemos pensando que la soledad se da entre personas mayores, y es cierto, y más en mujeres. Pero en la actualidad también se da y creciendo, entre jóvenes.

Las tres consignas para seguir en el trabajo habitual


Decía Enrique Jardiel Poncela, que cuando el trabajo habitual no constituye una diversión, hay que trabajar lo indecible para divertirse.

En el trabajo pasamos muchas horas todos los años. Si es indefinido, claro. Si de los nuevos, es un sufrimiento mayor, pues trabajar tenemos que trabajar.

Pero en cuanto tengamos un trabajo tenemos que analizar con calma si nos llena, si es suficiente para vivir en dignidad y si nos gusta ir al trabajo.

Si algunas de estas tres pequeñas consignas no se cumplen, sin dejar el trabajo, debemos empezar a buscar otro. Ninguna de ellas si falta, es soportable.

En el trabajo tenemos que estar seguros y sentirnos tratados con dignidad.

Con el trabajo tenemos que poder vivir y ayudar a vivir a los que nos acompañan en la vida.

El trabajo tiene que gustarnos, tenemos que divertirnos lo suficiente, pues ocupa excesivas horas de vida.


¿Es posible avanzar hacia la economía del bien común?


La meta de toda empresa es ganar dinero. 
Nos lo han dicho tantas veces que no solo nos lo hemos creído, sino que estamos seguros de que no hay otra manera de darle sentido al riesgo de crear una empresa. Pero en realidad la Meta de toda empresa debería ser tener Beneficios. 

Que no es lo mismo dinero que beneficios.

No ha existido otra pedagogía posible para entender que a veces los riesgos no deben servir solo para ganar dinero, como recompensa a nuestro trabajo, esfuerzo y osadía. 

Que existen varias formas más de sentirnos plenamente recompensados. Por ejemplo trabajando por el Bien Común y el Bien Social, en donde pueden entrar decenas de opciones que sirven a la persona tanto o más que ir acumulando números en sus Cuentas Bancarias.

Los que creemos que la economía no debe basarse solo en ganar más dinero, respetamos a los que piensan de otra forma.

En esto también nos diferenciamos. 

Como además —insistimos muchas veces— en que no es incompatible ganar más dinero, con ganar más bienestar social, más sostenibilidad, más sentido social del beneficio.

Hasta ahora nos han insistido que la meta es ganar DINERO. Pero luego, este dinero si es poco lo gastamos y si es mucho lo acumulamos. 

Consumir o procurar seguridad, formación, salud o una cierta calidad de vida para toda nuestra familia es lógico en todo ser humano. 

Pero acumular es absurdo. El dinero acumulado se convierte en números. 

Ampliar esos números que ya nunca podremos gastarnos, a veces, nos obliga a tomar decisiones ilógicas que van en contra de nuestra sociedad, de las personas que nos rodean. De nuestra personalidad, del bien común, del Planeta. ¿Y para qué lo hacemos?

Por eso hay cada vez más personas de altos ingresos que están cambiando su forma de pensar en relación a los nuevos sistemas económicos del bien común, del bien social, etc. 

Saben que más importante que tener números apuntados, es tener respetabilidad, gozo, sentido de la responsabilidad social, reconocimiento social, rentabilidad en forma de calidad de vida compartida.

Pero el gran trabajo pendiente en la economía del bien social o común es el cambio que deben liderar las empresas públicas, los organismos públicos que crean puestos de trabajo, producción, servicios, consumo, interrelación económica. 

Deberían liderar los balances del bien común y ser ejemplo de trabajo, abriendo caminos. Por eso entre otros motivos, es tan fundamental limpiar de corrupción todo el dinero público.

Julio M. Puente Mateo

No olvidemos que jugar es muy productivo


No dejamos de jugar por el hecho de hacernos adultos, nos hacemos adultos cuando dejamos de jugar. 
Bernard Shaw.

No sabría decir dónde finaliza el juego que no entretiene la vida y dónde comienza la tristeza real de esa misma vida si no tiene ánimo para jugar, funciona sin estímulo, sin pasión. Hay muchas maneras de jugar, y la mayoría son muy serias y válidas, productivas incluso.

Jugar además de ser positivo es una hermosa manera de lograr excelentes objetivos. 

Picasso o Miró nunca dejaron de jugar muy en serio, y como ellos miles de artistas, empresarios con sus riesgos, innovadores con sus osadías, relaciones públicas con sus experimentos para lograr objetivos positivos, entrenadores para obtener triunfos que levantaran la moral.

Jugar es una de las actividades humanas más válidas. 

Los animales juegan toda la vida, los humanos como animales que somos también, aunque deseemos disimularlo. 

No es fácil unir el jugar con la violencia. Cuando te conviertes en violento ya no estás jugando, te estás amargando. 

Son incompatibles jugar y ser violento, pues el jugar supone delicadeza, disfrute, alegría, pasión, vida compartiendo gozo.

Recuerda que la vida te devuelve lo que tú le has dado. 

Si eres de los que repartes, recibirás el gozo de la felicidad. Aunque solo sea por saber tú mismo que eres válido repartiendo. 

Y recuerda siempre, que jugar es una actividad muy válida y que tiene muchas acepciones posibles. 

Una de ellas es no tomarnos excesivamente en serio la vida, pues eso nos frena en nuestras pequeñas osadías, que son las que a veces conquistan el mundo.


Cuando llega la guerra, arrampla con todo lo que pilla

Es la guerra en Europa. Sí, la guerra cuando llega se pelea con todos los demás servicios a la sociedad. 

Cuando llega la guerra, se lleva todo. 

Esta viñeta inglesa es clara, sobre todo porque es verdad. Triste verdad. Y olvidada verdad. 

Volvemos a escuchar mensajes belicosos para asustarnos, se destrozan ciudades europeas, nos matamos no sabemos bien para qué trozo de libertad o de terreno. 

De momento entramos en guerras para tenernos enganchados de las agallas mundiales.

La guerra acaba con la investigación médica, con las ciencias, con la libertad social, con la educación, con las artes. Con la vida. Todo es para ella, incluida la verdad.

¿Hacemos lo necesario para sentirnos bien con nosotros?

Creo que no siempre sabemos medir bien nuestra propia vida, incluso no nos importa mucho lo que supone para cada uno de nosotros tenerla y disfrutarla, o como poco vivirla plenamente. 

Es única, es nuestra y es finita. Somos los protagonistas de nuestra propia película. Y somos los actores secundarios en las vidas de los que nos rodean, y no siempre eso lo tenemos en cuenta.

Banalizamos la vida y la consumimos como si fuera algo que no tuviera tamaño, como si no fuera necesario tenerla puesta de vez en cuando al menos, en una balanza para saber de qué va esto tan maravilloso que tenemos entre manos. 

Nosotros tenemos que ser los más feroces jueces de nosotros mismos, pues somos los únicos capaces de cambiar nuestras formas y modos.

Es posible que nuestro cristianismo tan ferozmente metido en la sangre, muchas veces sin darnos cuenta, nos haya convencido de que al final será San Miguel quien nos pesará y medirá y quien por ello nos juzgue como si hasta entonces todo no hubiera tenido importancia. 

Lo malo es… si al final descubrimos que San Miguel ni está ni se le espera. Cuando ya no exista marcha atrás. Pedir perdón podría no ser suficiente… nunca.

¿Hemos hecho lo necesario para sentirnos bien con nosotros mismos? Pues eso es. Sólo eso. Valorarnos con seriedad, ser sinceros y actuar con nosotros.

Julio M. Puente Mateo

La cabeza y la decisiones que pesan



A veces la cabeza nos pesa en exceso, y eso es que la tenemos llena. Nuestro disco duro necesita ser reparado de vez en cuando, necesita un reset, una puesta a punto. 

De vez en cuando hay que realizarle algunas labores de mantenimiento.

Necesitamos vaciar la caché, tirar a la papelera algunos documentos, parte de nuestra memoria, algunos recuerdos que ya no sirves, odios que se han quedado obsoletos y que no nos sirven para nada (nunca sirven para nada los odios, que esa es otra), manías que ya no hacen más que ocupar espacio y pesar.

Tenemos diversas maneras de limpiar nuestro ordenador cerebral. Sin duda dejarlo apagado unos días, es imprescindible. 

Pero además hay que conseguir que esos días sean bien aprovechados, y aquí es donde tenemos que poner en práctica algunas medidas imprescindibles.

Todos necesitamos tener todos los días un poco de tiempo propio, un espacio temporal que solo nos pertenezca a nosotros. 

Fijaros que incluso la tontería del tiempo que pasamos en el servicio si lo sabemos aprovechar, es suficiente para desatascar las tripas… y la cabeza. 

Debemos tener un rincón propio, esto es fundamental para seguir vivos de verdad. Pero de vez en cuando hay que hacer labores más profundas.

Necesitamos borrar el efecto memoria y cambiar de aires, de personas durante unos días, de lugares durante un pequeño tiempo. Es suficiente incluso para notar la falta de lo que se tiene y que no se valora. 

Nada hay que ponga más en valor nuestra propia vida, que no disponer de ella durante unos días.

Nuestra vida está llena de colores, sabores, olores que no notamos, pero que si desaparecen unos días, si que notamos su falta y sobre todo necesitamos su recuperación.

Separarnos unos días de nuestra propia vida sirve además para darnos cuenta de que hay otras vidas, de que podemos elegir quedarnos o marcharnos, de que seguimos vivos y con libertad y no atados a una sola vida.

Elegir seguir, es algo que nos da valor, si es algo que realmente es seleccionado, de entre diversas opciones.

Y si no tiene distintas posibilidades, debes buscarlas, aunque solo sea para saber que existen y que si quieres, puedes.

Julio M. Puente Mateo

A veces necesitamos tener libertad nueva

Muchas veces en la vida de cada uno, nos encontramos en la disyuntiva de tener que respondernos a preguntas complicadas, que afectan a nuestra vida presente y futura, y cuya respuesta (si la tenemos en cuenta para hacer cambios) nos puede hacer modificar el modo de vida futura.

Debemos estar preparados para respondernos, bien sea con la libertad total de quien decide por el cambio, bien con la responsabilidad de asumir que no es el momento o la situación de modificar y modificarnos.

En la vida no tenemos muchas ocasiones para cambiar radicalmente nuestro rumbo, por eso, cuando se presenta ante nosotros la disyuntiva, debemos si es posible tener preparada la respuesta, porque a veces no nos dejan mucho tiempo para coger el testigo y lanzarnos a la carrera.

Siempre es posible volver a tener vida diferente, siempre es momento para empezar de nuevo, siempre es la ocasión de decidir seguir como se está. 

Nuestra libertad es tan inmensa, que incluso cuando no decidimos actuar, estamos decidiendo.

Ejemplos abstractos para niños que aprenden a pintar


A los niños de casi todas las edades, el Arte, la pintura y el dibujo sobre todo, les atrapa con facilidad pues representa una manera de comunicación distinta a los gestos y al hablar con sus adultos y niños. 

Puede que todavía no sepan escribir según sus edades, pero enseguida pueden empezar a realizar trazos, dibujos, rayas, y colorear y entender de los distintos colores para reforzar las figuras.

Una manera sencilla de practicar son los cuadernos con figuras que ellos mismos tienen que colorear. Pero en esos casos, en muchos casos, el color que ellos eligen ya viene marcado por sus experiencias. Y si se desvían, enseguida los adultos les reprimen.

Si un niño se atreve a pintar un cielo en rojo, enseguida le diremos (queriendo o sin querer) que eso está mal.Si pinta una cara verde o un árbol amarillo empezaremos a pensar que algo no está funcionando bien.

Pero tenemos para jugar con los niños, otro tipo de ejercicios para aprender a dominar los colores. Plantillas en donde todo está permitido.

El niño puede escribir o dibujar, pintar con los colores que a él le venga en gana, pues nada es lo habitual. 

Partimos de ejemplos abstractos o surrealismos, en donde más cosas están permitidas, en donde sobre todo, el niño no tiene interiorizado de qué manera colorear, pues las figuras no son reales, no son como él está acostumbrado a verlas.

Y eso les obliga a tener que inventarse de qué color puede pintar los elementos. Diríamos que eso ya lo ve en televisión o vídeos, en donde aparecen personajes de colores diversos, nada reales. 

Es la conquista de la imaginación, de la osadía, del atrevimiento a emplear los colores como en cada momento le apetezca.

Julio M. Puente Mateo

Los 10 mandamientos modernos

El escritor suizo Alain de Bottonautor del libro “Religión para ateos”, ateo moderno y moderado como él mismo se autodefine, nos plantea la necesidad de tener una religión interna, propia, personal, como utilidad para no convertirnos en seres peores. 

Las religiones (aunque sean personales y propias) tienen algunas ventajas y Alain de Botton habla de ellas para aprovecharnos en búsqueda de la felicidad personal. 

Y nos llega a dejar las 10 virtudes imprescindibles para vivir mejor en la vida, siempre corta y muchas veces poco aprovechada.

1.- Ser resilente: Saber adaptarnos a las situaciones, a los problemas.

2.- Tener empatía: Hay que saber ponerse en el lugar de los otros y entenderlos.

3.- Tener paciencia: Hay que asumir que no todo puede ser como nosotros queremos que sea.

4.- Tener más capacidad de sacrificio: No siempre hay que pensar en nosotros mismos y a veces hay que entregar.

5.- Tener buenos modales: Hay que ser educado, elegante, atento, sencillo.

6.- Tener más sentido del humor. Hay que reírse, disfrutar, hacer disfrutar.

7.- Tener consciencia de uno mismo: Los demás no son responsables de nuestra vida, ni de sus aciertos ni de sus desgracias.

8.- Saber pedir perdón. Sirve para uno mismo y para los demás.

9.- Tener esperanza: El tiempo todo lo arregla O lo termina de estropear. Pero siempre hay luz tras la noche.

10.- Tener confianza: Somos capaces de mucho más de lo que nos proponemos, es malo frenarse en exceso y dejar de creer en nosotros mismos.



Reflexiones sobre el equilibrio estable en economía

Hay una cierta tendencia natural a pensar en los sistemas como "entes en equilibrio". Al menos, en lo que solemos llamar, “equilibrio estable”. Un equilibrio es estable cuando situaciones que estén fuera del equilibrio hacen de forma endógena que se tienda hacia él. Por ejemplo, en la parte más básica de la economía, pensamos que si hay una sobreoferta (se ofrece más de lo que se demanda), eso provoca que disminuyan los precios, disminuyendo la oferta (puesto que habrá empresas que ya no sean rentables a esos menores precios) y aumente la demanda (ya que la gente está dispuesta a comprar más si el producto es más barato). De forma que se llega al equilibrio, donde la oferta es igual a la demanda.

Nos gusta pensar en estos términos para intentar convencernos de que toda situación en la que se producen y se observan desajustes es transitoria y que, con la flexibilidad o el impulso adecuado (dependiendo del modelo utilizado) se puede retornar de forma ágil al equilibrio.

Sin embargo, hay otro elemento que viene a fastidiar un poco todo, y es que el mundo está bastante abierto. No creo que podamos pensar en el retorno del equilibrio económico en España y del equilibrio en Italia, y en Alemania. Ya no somos entidades o sistemas aislados y el equilibrio, de existir, es conjunto.


Entonces introducimos otro elemento también bastante económico para seguir pensando en términos de equilibrio: la convergencia. Si hay un desequilibrio, y unos países van más avanzados que otros, los más rezagados irán más deprisa. Esto es más cierto cuanto más cerramos el cerco en torno a los países a los que queremos ver evolucionar. Hay convergencia entre los países de Europa, permitiendo que países más pobres, por ejemplo, que tengan menores salarios, y donde su mano de obra sea más barata, puedan exportar con mayor facilidad, permitiendo un mayor crecimiento que el resto de países con los que comparte unas mismas trabas comerciales. Relacionando ambos términos tenemos la “convergencia condicional”, donde un país va a crecer menos cuando más se acerca a su equilibrio estacionario.

Pero la integración entre diferentes sistemas (países, regiones, ciudades), nos ha enseñado a tener cuidado con la forma en la que medimos o pensamos en los equilibrios, pues las situaciones de aglomeración y concentración catastróficas (o no), pueden existir.

El ejemplo más claro son los pueblos. Podemos mirar el crecimiento de la renta per cápita para ver si hay convergencia con el resto de pueblos y ciudades, y podemos mirar las tasas de desempleo o la inflación por regiones para atender a los desequilibrios, pero hay algo también importante: la cantidad de gente que hay en el sistema. Básicamente porque un pueblo abandonado podríamos considerarlo en equilibrio por la ausencia de desequilibrios (hay que tener cuidado como definimos los estados, por tanto).

No creo que podamos decir que hay un equilibrio poblacional. El resto de variables económicas pueden tender al equilibrio, pero en muchos casos lo hacen a través del movimiento poblacional que neutraliza los desequilibrios.

Tenemos suerte de que esa flexibilidad en el movimiento poblacional no sea tan grande. Mantener una crisis económica durante mucho tiempo en un mismo lugar puede no desembocar en una crisis aun mayor si se entiende que es transitoria. Pero si todo el mundo tuviera claro que en un par de años aquí no trabajaba ni el tato, y existiera esa gran libertad de movimiento de la que los Estadounidenses hacen tanta gala entre sus estados, los emigrantes que se van hacía Alemania y similares serían algo más que preocupantes cifras que no van a nada. Ni siquiera los andaluces parecen irse a otras comunidades autónomas dentro de España homogeneizado las tasas de paro.

Tenemos suerte porque en cualquier momento se nos van los más preparados, que llevan años estudiando o trabajando y son reconocidos fuera, donde además pueden optar a un mayor salario. Porque en un momento en el que el capital humano no tiene casi importancia, los movimientos poblacionales pueden no tener incidencia en la media. Pero si hay heterogeneidad, y la hay, y se van los mejores, podemos entrar en un circulo vicioso en el que nuestro equilibrio estacionario sea el mismo que el de los pueblos, la decadencia paulatina de su población, empezando por los más preparados.