Los distintos estados del YO, a lo largo de nuestra vida



Tenemos dos YO (al menos). Según en qué "YO" nos encontremos, actuamos de una manera o de otra, haremos las cosas y tomaremos las decisiones de una forma o de otra. Voy a explicarlo.

Todos nacemos con el YO Niño como único YO posible, somos niños y nos vamos desarrollando, buscando conocimientos, experiencias, soluciones a los retos de la vida. 

Vamos creciendo y superándonos.

En este caminar por la vida vamos creando poco a poco el YO Adulto. Vamos edificando nuestra personalidad adulta y vamos orillando el YO Niño, que va quedando poco a poco en un segundo plano.

Cada persona vamos desarrollando este cambio de distintas maneras, con arreglo a nuestras experiencias de niño, sean estas buenas, regulares o malas. Y lo hacemos en diferentes momentos de nuestra vida, con distintas edades. 

Crecemos pero no hay una pauta segura para saber en qué momento se logra apoderar el YO Adulto del YO Niño. No se sabe cuando se termina este camino, cada persona somos un mundo diferente. Algo maravilloso, por cierto.

Cuando ya somos YO Adulto, el YO Niño sigue estando dentro de nosotros, agazapado, algo apagado, pero en cada persona de una manera distinta, con una potencia diferente.

En nuestra vida adulta pueden surgir fracturas, roturas, problemas serios en nuestro devenir que nos amordazan, nos revuelven, nos convierten en débiles. 

Y en esos momentos podemos ir perdiendo parte de la fortaleza de nuestro YO Adulto y en esos tiempos vitales, su lugar lo ocupa nuestro YO Niño que quiere reaparecer pues además de existir tiene sus propias experiencias.

Puede ser situaciones muy temporales, de segundos o minutos. Pero también de días o semanas. 

Hay situaciones de angustia, de pánicos, de grandes temores, que no son más que la vuelta a primitivos estados del YO Niño, que sale con miedo ante situaciones que el propio YO Adulto, incapaz de resolver, abandona y se esconde.

Los profesionales en terapias conductuales, emocionales, psicológicas, saben perfectamente hacernos volver a las situaciones anteriores a la crisis, para que el YO Adulto se vuelva a apoderar de las riendas de nuestra vida.

Tenemos algún otro YO, que va surgiendo con los años. El YO Padre, que es algo distinto al YO Adulto y el YO Anciano. Pero eso son otros asuntos.